Amalek: El castigo eterno

por Jonathan Berim (Twitter: @JonathanBerim )

¿Cómo un Dios misericordioso puede ensañarse tanto contra un pueblo? ¿Cómo se puede castigar sin límites? ¿Qué tiene de especial Amalek de entre todos los enemigos que tuvo el pueblo judío a lo largo de las historia?

“Recuerda lo que te hizo Amalek cuando saliste de Egipto” (Debarim 25:17). Leemos este shabat la única porción de la Torá cuya lectura es un precepto de la Torá misma y no de nuestros sabios. La misma nos transmite el mandamiento de recordar lo que nos hizo Amalek que atacó al pueblo de Israel en el desierto, luego de la salida de Egipto.

La eternidad
La eternidad

No fue Amalek el único pueblo que atacó al pueblo judío pero es el único sobre el que se nos ordenó recordar eternamente lo que nos hizo y existe además la orden de exterminarlos de la faz de la tierra. Rashi explica que la razón de esta diferencia entre este pueblo y los demás que también maltrataron a los iehudim es que fueron los primeros. Todo el mundo se enteró de los milagros que Dios hizo por los israelitas, desde la salida de Egipto hasta la entrega de la Torá pasando por la impresionante apertura del mar (que cuenta el midrash que fue acompañado de la apertura de todas las aguas del mundo). Nadie iba a osar atacar al pueblo de Dios. Pero Amalek de todas formas se atrevió a hacerlo; fue como quien entra en una bañadera de agua hirviendo, se quemó seriamente pero logró enfriar el agua de la misma.

Todos los castigos tienen límite. El pecado mismo es el combustible del castigo y al acabarse el combustible (expiando o arrepintiéndose honestamente de los hechos realizados) también el castigo finaliza. Esto lo vemos en las halajot de duelo donde se encomienda a los deudos decir kadish para el beneficio del padre fallecido. El mismo debe ser dicho durante el primer año únicamente ya que 12 meses es el tiempo máximo que una persona puede tardar en expiar todos sus pecados. ¿Por qué entonces el castigo de Amalek es eterno?

Dios es descrito con los trece atributos de misericordia que repetimos a diario, “Dios benévolo, compasivo y graciable; (…)”. ¿Cómo puede ser entonces que ordene la venganza eterna sobre Amalek?

Es más, dicen nuestros sabios que el pueblo de Israel se caracteriza por su bondad y, quienquiera no presente esta característica, es de sospechar que no sea parte del pueblo judío. ¿Cómo es que si nos caracteriza la bondad podamos llevar a cabo un acto tan cruel de exterminar una nación de la faz de la tierra?

Estos interrogantes se pueden contestar con una parábola. Había un poderoso rey que tenia dos hijos. Los mismos no se llevaban muy bien y el odio entre ambos creció tanto que uno se levantó y asesinó al otro. Al ver lo ocurrido, el rey ordenó el exterminio del asesino y el mismo pidió misericordia de su padre. El padre le respondió que si fuera solo por misericordia hacia él, podría perdonarlo pero por la misericordia debida al hermano asesinado es que no podía hacerlo.

Si fuera meramente por justicia, el castigo tendría final; pero el fundamento del mismo es la misericordia divina para con Am Israel y la misma es una cualidad sin limite, es por eso que el castigo de Amalek es eterno.

El pueblo judío sigue destrozado hasta el día de hoy por ese enfriamiento que Amalek nos causó; es Amalek el origen de muchas de nuestras flaquezas espirituales y es por eso que tenemos que erradicarlo.

En el versículo que cuenta por primera vez la historia del ataque de Amalek (Shemot 17:16), el nombre de Dios esta cortado. El Maharal de Praga, basado en Rashi, explica que el nombre de Dios representa Su unicidad y dominio absoluto sobre el mundo y Amalek representa todo lo contrario, la no-aceptación de Dios y la lucha eterna contra Su representante en la tierra, el pueblo judío. Es por eso que Hashem no estará completo sino cuando Amalek sea exterminado.

Quiera Hashem que podamos cumplir Su voluntad pronto en nuestros días.

Shabat Shalom y Purim Sameaj!

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Sergio

    Sabías palabras .

    1. jonathanberim

      Muchas gracias, Sergio!

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