En muchos países se celebra la amistad en homenaje de una de las proezas más grandes de la historia de la humanidad: la llegada del hombre a la luna. ¿Qué nos enseña el judaísmo al respecto?
por Jonathan Berim (@JonathanBerim)
Primer caso: Iehudá y Jirá el adulamí. Luego de la venta de su hermano Iosef como esclavo, la culpa llevó a Iehudá, líder de los hermanos, a separarse de ellos. Durante el distanciamiento, entabló amistad con Jirá de Adulam, quien no pertenecía a la familia de Israel.
En ese tiempo Iehudá se casó y tuvo tres hijos. Su hijo primogénito, Er, llegó a la adultez y se casó con una joven muy buena llamada Tamar. Er murió sin hijos y su viuda se casó con Onan, el segundo hijo de Iehuda. Onan también muere y Iehuda prefirió que Tamar aguarde para casarse con su tercer hijo Shela que aún era muy joven. Dejando pendiente el precepto de ibum: “darle continuidad al pariente fallecido”.
Tamar quería fervientemente unirse a la familia de Iehuda y el tiempo pasaba y no se concretaba su matrimonio con Shela, por lo que decidió tomar cartas en el asunto. Se cruzó intencionalmente con Iehudá para cumplir su misión Divina.
Iehudá le entregó unas pertenencias como garantía y prometió acercarle el pago por esta turbia transacción más adelante. Llegada la fecha, tenía que cumplir con su compromiso.
Por su posición, Iehudá contaba con: esclavos, empleados, hermanos y muchas personas más. A pesar de todo, descartó todas las opciones disponibles y encomendó la tarea en su amigo Jirá. Un verdadero amigo es esa persona a la que le podemos contar nuestros más oscuros secretos y contar con él en toda circunstancia.
El segundo ejemplo de amistad bíblica lo encontramos en Ionatán y David. Luego de varios siglos de vivir los judíos en la Tierra de Israel, se estableció un sistema de monarquía parlamentaria. El primer rey fue Shaúl y, como todo rey, esperaba que su hijo, Ionatan lo suceda.
Cómo castigo por no haber estado a la altura de las circunstancias, Shaúl pierde el reinado y es nombrado David como su reemplazante. Shaúl comenzó entonces un feroz persecución contra David, que se erigía como nuevo sucesor en lugar de Ionatán.
David era un gran amigo del príncipe Ionatan y su amistad pasó a la historia como ejemplo de autenticidad y desinterés. No hubo vicisitud que la afectará, ni siquiera la decisión Divina de desplazar a Ionatan por David. Esta es la fidelidad que requiere la amistad. No hay diferencia de opinión, de signo político o de intereses, por más grande que sea, que pueda romper una amistad así.
La tercera enseña aparece en el Talmud, específicamente en el tratado de Pirkei Abot: “hazte un maestro y adquiere un amigo”. La amistad es un derecho y una obligación. Para el desarrollo del ser humano es tan importante contar con maestros que lo eduquen como con pares.
Estos pares son las amistades que, desde el mismo nivel que uno, nos permiten crecer tanto, o incluso más, que lo que se aprende del “nivel superior”, de los padres y los maestros. Debemos cultivar la amistad para poder crecer como seres de bien y equilibrados.
Que Dios nos ayude a desarrollar nuestras amistades y apoyarnos los unos a los otros en este andar que es el camino de la vida.
¡Feliz día del amigo!
Muy emotiva nota