Los libros prohibidos por el judaísmo – Sefarim Jitzonim

Si algo caracterizó al pueblo de Israel a lo largo de la historia es su apego a las fuentes y la lectura de las mismas. ¿Puede ser q así como se fomentan ciertos libros, se censuran otros? ¿Hay libros prohibidos por el pueblo del libro? ¿El Talmud juega un rol censor?

por Jonathan Berim (@JonathanBerim)

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El puntapié inicial lo da la Janucá, una fiesta destacada en nuestro calendario judío. Imposible circular por un barrio judío y no toparse con candelabros encendidos celebrando la epopeya de los Macabeos. Pero… ¿Dónde encontramos la historia en nuestra bibliografía?

La respuesta es contundente: en ningún lado. No vamos a encontrar en una sinagoga un sólo libro con la historia de janucá. Es que la principal fuente de la misma son los libros de los Jashmonaim o Macabeos y estos quedaron fuera del Tanaj (“la Biblia Judía”).

Los libros que “quedaron afuera” son conocidos como “Sefarim Jitzonim” (Libros Foráneos o Apócrifos). Son decenas y entre ellos encontramos también: Adam y Java, Ben Sirá, El Legado de las 12 tribus, Iehudit, Janoj y varios más.

Al quedar afuera del canon judío, sus originales (en un hebreo similar al bíblico) se terminaron perdiendo y sólo llegaron a nuestros días gracias a las traducciones incorporadas a los diversos cánones cristianos. Algunos incluso volvieron a ser traducidos al hebreo.

Los mismos son mencionados en varias oportunidades en el Talmud pero la más contundente es la del gran sabio Rabí Akiva (al comienzo del capítulo 10 de Sanhedrin) donde afirma que quien “lee los Sefarim Jitzonim, no tiene parte en el Mundo Venidero”.

¿Qué característica de una obra provoca que la misma sea considerada un Libro Apócrifo? La respuesta surge del mismo Talmud y, por extraño que parezca, está relacionada a las plagas de roedores.

Existe una porción de la cosecha llamada Trumá que tiene un nivel especial de santidad y le era entregada a los cohanim (sacerdotes); quiénes hacían el servicio comunitarios y, a cambio, recibían este porcentaje de los granos.

La gente acostumbró a guardar la trumá junto a los libros sagrados, creyendo que juntar los elemento santas era lo mejor. Pero esto provocó que los ratones que buscaban alimento, terminen consumiendo y deteriorando los escritos santos.

Así fue que los sabios prohibieron juntar ambas cosas y, ante dicha ley, el Talmud se vio obligado a definir que libros son santos (sinónimo de estar incluidos en el Tanaj) y cuales no. Y ahí mismo duda y analiza la sacralidad de Shir Hashirim y Kohelet (Iadaim 3:5).

La tradición judía indica que ambos libros fueron escritos por el Rey Shlomó (Salomón), hombre santo, justo y sabio; y tienen un contenido acorde a los lineamientos del judaísmo. A pesar de ello, es válida la incertidumbre.

Esto nos indica que la rectitud del autor y la del contenido, son condiciones necesarias pero no suficientes para ser incluido en el canon. Lo que si se requiere es haber contado con ruáj hakodesh (Inspiración Divina) para realizar la obra.

No alcanza con que sea buena, debe ser trascendente y eterna. Y eso se logra solamente con inspiración Divina. Algo con lo que contaron, por ejemplo, los libros de Shir Hashirim y Kohelet pero no el libro de los Macabeos o Ben Sirá.

Entonces ¿está prohibido leer dichas obras? Notemos que Rabi Akiva no habló de una prohibición y es Rab Elajanan Wasserman (Kobetz Shiruim parte 2, 47:12) quién desmenuza el enunciado de la mishná.

Rabí Akiva no estableció una prohibición sino una advertencia: leer libros foráneos no deja a la persona sin mundo venidero, sino que la influencia de los mismos puede alejarlo del camino correcto y, de ahí, provocar que reniegue de Dios y pierda el mencionado mundo.

Más aún, el rabino RIF explica que el problema con los Libros Foráneos es cuando tomar el rol de exegetas y explican la Torá sin considerar los midrashim. O sea, que el problema no es leerlos sino atribuirles sacralidad ritual.

Una línea discursiva similar surge del Ritba y Nimukei Iosef: La prohibición es estudiarlos de forma fija pero no hay problema con leerlos esporádicamente. (Ritva en Baba Batra 98b, NI en Baba Batra 48b de las hojas del RIF).

Bartenura (basado en Rambam) agrega que estas lecturas, cuando no son una fuente de sabiduría ni tienen una utilidad práctica (la cual puede ser incluso entretener); provocan desperdiciar tiempo valioso y ahí está el problema.

Otras dificultades planteadas por Talmud Ierushalmi es que quién ingresa en su casa más de 24 libros (el Tanaj hebreo), da lugar a la confusión (también en Kohelet Raba 12:12/13) y q “quién lee los libros de Homero, o similares, no tiene premio ni castigo, es como leer una carta”.

Incluso los mismos sabios del Talmud, citan en reiteradas ocasiones al libro de Ben Sirá para aprender de él.

Para ir cerrando, vemos que no hay una prohibición de leer los escritos foráneos sino una advertencia a: no tomarlos como palabra Divina, no convertirlos en una herramienta de culto, no perder mucho tiempo con ellos y a estar atento a las influencias que provocan.

Que Dios nos ayude a no perder el rumbo, a dirigirnos hacia donde nuestra voluntad quiere y saber utilizar correctamente TODAS las herramientas que Él pone a nuestra disposición.

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