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Los nombres hebreos

Ser padres es toda una aventura llena de desafíos y uno de los primeros retos que surge es la elección del nombre. ¿Qué tiene de especial esto para el judaísmo? ¿Qué se debe hacer y qué no? ¿Cómo elegir el nombre?

por Jonathan Berim (@JonathanBerim)

Estamos leyendo el libro del Shmot que, si bien en el Antiguo Testamento fue denominado como “Éxodo”, su título original en hebreo en la Torá significa “Nombres”.

En el judaísmo se le da una gran importancia a los nombres. Al punto que el midrash (Shir Hashirim Raba 84) explica que el haber conservado los nombres hebreos (y no asimilar nombres egipcios) fue uno de los méritos por los cuáles fuimos redimidos de Egipto. 

A nivel kabalístico, el nombre hebreo de algo representa su energía espiritual. Mejor dicho: lo que vemos cómo existente en este mundo es la materialización de la energía que encierra su nombre propio en hebreo (Nefesh HaJaim).

“Perro” en hebreo se dice: “kelev”, puro corazón. “Burro” se dice “jamor”, que viene de “Jomer” – materia, por su especifica función de animal de carga. Estas esencias percibió Adam para conectar a los animales con sus nombres en hebreo (Bereshit Rana 17:4). Incluso la propia palabra para referirse a un elemento es “davar”, de la familia de “divur” que es “expresión”; las cosas que existen son la concreción física del vocablo que las representa y describe en hebreo.  De ahí que este es considerado un “idioma esencial” y no un “idioma convencional”. No se trata de un mero acuerdo social para nombrar a las cosas sino una descripción de la esencia espiritual de las mismas. El análisis es aún más profundo ya también las letras que conforman las palabras y sus combinaciones tienen sus propias enseñanzas. Desde sus valores numéricos y hasta la forma de las mismas pero esto queda para otro análisis. 

Si bien la profecía se considera extinta, los padres reciben una sesentava parte de la misma al momento de nombrar a su hijo. Este “espíritu profético” que los imbuye, permite que le asignen un nombre relacionado con el alma y la futura personalidad del recién nacido.

Cada nombre tiene significado especial como “Iehuda” que se relaciona con el agradecimiento o “Ester” con lo oculto. Abraham con la cualidad de la bondad, Iosef con la abundancia y el dar sustento a otros. Es bueno usar nombres de grandes justos. También hay nombres con significados negativos como “Nimrod” que se relaciona con “rebelión” (contra Dios) o que pertenecieron a personajes malvados, como Izebel que fue una reina judía nada ejemplar, por lo que deben ser evitados-

Tan importante es la energía que emana del nombre que la costumbre judía es agregar un nombre que represente vitalidad cuando una persona esta gravemente enferma. Se suele agregar el nombre “Jaim” o “Jaia” que significan “vida” o “Refael” que es “curación” (Rama 335:10). 

Ceremonia de brit milá, donde se nombre al recién nacido varón.

Es importante elegir para los hijos un nombre hebreo y con un significado positivo. También es bueno homenajear a familiares: la costumbre ashkenazí es hacerlo solo luego del fallecimiento de los mismos y la sefaradí es incluso estando en vida. También es importante usar nombres bíblicos o con larga tradición dentro del pueblo judío. No es un momento para innovar (haría falta un verdadero profeta para eso) sino para conectarnos con la milenaria tradición judía (Bereshit Raba 37:7). Se debe respetar el género del nombre

Un párrafo aparte requieren los nombres “traducidos”. La costumbre en Europa era colocar un nombre no judío junto al nombre judío para poder usarlo en la sociedad gentil sin inconvenientes. De ahí combinaciones como Tzvi (en hebreo) con Hirsh (idish) o con Herman (alemán); Shlomo con Zalman (que viene de Salomón); Menajem con Mendl; Itzjak con Isidoro (por similitud fonética); Malka con Regina o Reina o Iafa con Beatriz; Efraím y Fishel (pez, símbolo de dicha tribu). Hay otras relaciones similares como Abraham con Alberto; Dov con Ber; Arie con Leiv; Shraga con Faivel; Tzipora con Feigue. Debe quedar claro que el segundo nombre no reemplaza al nombre en hebreo. Son simplificaciones (como ya explicamos) pero no SON el nombre original. Hoy en día que la mayoría de registros civiles permiten todos los nombres, no hay mayor necesidad de usar nombres no judíos para simplificar.

Es importante que el nombre judío sea usado en la práctica y no solo quede como un dato más de la persona. Es tan delicada la misión de nombrar a un hijo que una corriente jasídica, directamente delegaba dicha elección en su Rebe. No es algo recomendable pero si que ambos padres se pongan de acuerdo y, de ser necesario, pidan consejo a una autoridad rabínica competente

Se debe evitar poner nombres de personas que murieron trágicamente o muy jóvenes. En caso de querer homenajear a una persona que falleció en estos contextos, se suele combinar el nombre original con otro. 

Que podamos portar con orgullo y elegir con inspiración nombres judíos que iluminen y acerquen la bendición de Dios para poder cumplir nuestra misión en el mundo.

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